Rabu, 13 Mei 2009

EL GRITO

| Rabu, 13 Mei 2009 | 0 komentar

UN CARGAMENTO DE RECUERDOS


"No pinto lo que veo sino lo que vi". Con estas desgarradoras palabras describía el pintor noruego Edvard Munch (1863-1944) la carácterística básica de sus obras. Pero, ¿qué había podido ver en su pasado este pintor que preludia el expresionismo como tendencia artística que se difundiría por Europa en los primeros años del siglo XX? Sabemos que el artista tuvo una vida familiar muy desgraciada: su madre murió víctima de una tuberculosis cuando el tenía cinco años y de la misma enfermedad falleció una de sus hermanas algunos años después. Por otra parte, su padre, al parecer un hombre muy severo, trató de transmitirle sus propias ideas acerca de la naturaleza pecaminosa del hombre y la posibilidad de castigo divino. Se considera incluso que el propio artista debió padecer una psicosis de carácter maníaco-depresivo.


Edvard Munch "El grito"(1893). Oslo (Galería Nacional).


Todo ello puede quizás explicar la escena a la que asistimos. Se trata de una composición bastante sencilla en la que sobre un puente o pasarela de madera avanza una figura deforme y grostesca, casi cadavérica, que se lleva las manos al rostro mientra emite el angustioso grito que da título al cuadro. En un segundo plano hallamos otras dos figuras, ya completamente desdibujadas. Sabemos, por declaraciones del propio artista, que el paisaje que figura al fondo es el fiordo de la ciudad de Oslo e incluso alcanzamos a ver alguna construcción (a la derecha) y las siluetas de dos pequeñas embarcaciones (a la izquierda). Todo ello se ha realizado empleando una gama de colores en la que junto al negro destacan los fuerte tonos de azul, rojo y naranja.


El tema de "el grito" debió resultar especialmente atractivo a Munch, porque dos años después realizó una litigrafía e incluso, más adelante volvió a pintar otras tres versiones del cuadro con ligeras variantes. No es de extrañar esta recurrencia, porque con tan pocos elementos logró crear una composición que resume bien un tema de amplia transcendencia: la angustia del hombre contemporáneo.


Edvard Munch: "El grito" (1910). Oslo (Museo Munch).


Han corrido ríos de tintas tratando de dilucidar en qué consiste ese "grito" con el que clama el dantesco personaje del cuadro, partiendo del propio comentario de Munch: "Paseaba por un sendero con dos amigos. El sol se puso. De repente el cielo se tiñó de rojo sangre, me detuve y me apoyé en una valla, muerto de cansancio. Sangre y lenguas de fuego acechaban sobre el azul oscuro del fiordo y de la ciudad. Mis amigos continuaron y yo me quedé quieto, temblando de ansiedad. Sentí un grito infinito que atravesaba la naturaleza.”


Parece evidente que ese grito que atraviesa la naturaleza y que el pintor pudo percibir, está originado por la sensación de melancolía que desencadena la puesta de sol, como nos habrá sucedido a muchos de nosotros en multitud de ocasiones, más acentuada en el caso de la conflictiva personalidad de nuestro artista. Pero conforme lo vemos en el cuadro, en cualquiera de sus versiones, el grito, o más bien el aullido de angustia del personaje, acaba por contagiar al paisaje, que se curva y se retuerce como si una oleada de miedo atravesase la propia naturaleza. Sólo la pasarela mantiene su rectitud. Todo ello explica la polivalencia semántica de este cuadro. El rostro del personaje, trazado en rasgos tan básicos que haría las delicias de cualquier friki amante de los zombies, nos transmite multitud de emociones: miedo, terror, angustia, ansiedad, desesperación, soledad.


En resumen, Munch logró sintetizar en esta obra un tema cuya esencia es casi puramente filosófica. En el mundo contemporáneo que se disponía a finalizar el siglo XIX los grandes problemas del hombre seguían siendo los mismos de siempre. Los que ya estaban presentes en las pinturas de las cuevas paleolíticas y en los relieves del arte románico. Su maestría consistió en traladar ese tema a la propia naturaleza, como si adivinase qué hemos acabado haciendo con ella las generaciones posteriores. Sí, encontró una buena manera de contagiar al paisaje de nuestros propios miedos. Por eso recurrió al mismo fondo en el cuadro que figura aqui al lado. ¿No será que la naturaleza acaba por tener miedo de nosotros? Para gritar.


Edvard Munch "Ansiedad" (1894). Oslo.


El Museo Munch, en Oslo, tiene una excelente página (en inglés) dedicada al pintor. En español, es muy recomendable esta Web, con la biografía del pintor y abundantes imágenes. Muy buena es también esta otra página, en inglés. Acabamos con este análisis de "el grito: tormento e inconformismo".

0 komentar:

:)) ;)) ;;) :D ;) :p :(( :) :( :X =(( :-o :-/ :-* :| 8-} :)] ~x( :-t b-( :-L x( =))

Posting Komentar

 
© Copyright 2010. yourblogname.com . All rights reserved | yourblogname.com is proudly powered by Blogger.com | Template by o-om.com - zoomtemplate.com