Senin, 11 Mei 2009

MATISSE

| Senin, 11 Mei 2009 | 0 komentar

TODO POR EL COLOR

Me pasa prácticamente todos los años. Cuando proyecto en clase la imagen del cuadro que figura aquí a la derecha, la primera reacción de algunos de mis alumnos es la de ver en él un personaje masculino (hoy mismo me ha sucedido). En algunos casos, hay quien se atreve a más y afirma ver en la obra el rostro de un guerrero japonés. Sin embargo, es el retrato de Amèlie Parayre, la esposa del pintor Henri Matisse (1869-1954). En la época en que fue pintado, ambos llevaban ya varios años casados y su vida discurría plácidamente. Desde luego no se trata, ni mucho menos, del retrato tradicional que cabría esperar que un pintor efectuase de su esposa. Pero es que este cuadro está pintado por un hombre para quien el color era el componente fundamental de la emoción pictórica. Ya el título es en sí mismo significativo.

Henri Matisse. Superior: "La raya verde". 1905, Copenhague. Inferior: "La felicidad de vivir" (1905). Merion (EE.UU.).

Matisse dejó claras sus ideas acerca de la importancia del color en esta sentencia: "cuando pongo verde, no es yerba; cuando pongo azul, no es el cielo". Mirad bien ese cuadro: en realidad no estamos viendo a la señora del pintor, sino la imagen que éste crea de ella a través del empleo de esos colores tan vivos, tan contrastados unos con otros que, pese a la arbitrariedad en su elección, crean un conjunto que nos demuestra el afán del artista por pintar dando una primacia aboluta al color. Ni siquiera los rasgos del rostro aparecen bien trazados. La nariz es ahora una raya verde, la que da título a la obra, y en la parte inferior del personaje unas pinceladas gruesas desdibujan los labios y la barbilla. Por lo demás, no hay fondo ni perspectiva. Matisse ha vuelto con su pintura a aquello que la pintura había tardado siglos en abandonar: el afán de la tridimensionalidad. De nuevo estamos en un mundo bidimensional, acercándonos al plano único donde no existe ni el delante ni el atrás.

Henri Matisse: "La danza". 1909, Nueva York.

El año en que pinta esa obra, Matisse, quien había renunciado a seguir la tradición comercial de su familia para estudiar Bellas Artes, envió algunas de sus obras a la exposición del Salón de Otoño de París. El disgusto de los organizadores ante sus cuadros provocó que éstos se unieran con otros semejantes, remitidos por diferentes artistas, en una sala única. Y así surgió el fauvismo, gracias al comentario absolutamente despectivo de un crítico de arte que consideró aquellas obras propias de las fieras salvajes (fauves, en francés). Cuentan las crónicas que esa "raya verde" sufrió hasta intentos de agresión por parte de algunos espectadores. Quizás no fuese para tanto, pero a Matisse y a sus amigos no les costó trabajo alguno asumir el calificativo tan peyorativo como denominador del grupo que vendría a constituir la primera de las vanguardias pictóricas del siglo XX.

Henri Matisse: "Desnudo en un paisaje soleado". 1909.

No obstante, tal vez no debamos emplear el término de grupo cuando nos referimos a los fauvistas, porque ellos mismos no se sintieron como tal y porque el movimiento se extinguió tres años después, cuando ya el cubismo de Picasso y Braque había hecho su aparición. Sin embargo, Henri Matisse se mantuvo, a lo largo de su extensa trayectoria en la pintura, leal a esos principios que ya estaban bien presentes en aquella exposición: la primacía del color, la tendencia a la simplificación de las formas, la eliminación de planos y un cierto interés por el dibujo. Rasgos que ya estaban anunciados, en alguna medida, en la obra de Paul Gauguin. Pero Matisse los combinó con verdadera maestría, empleando los colores como base estructural de sus lienzos. En su proceder pictórico, es el color es que imprime ritmo al cuadro. El artista tuvo tiempo de evolucionar en su pintura y de probar nuevos caminos, pero nunca olvidó aquella premisa que constituye su principal aportación al arte.

Cuando me despierto en mi cama todas las mañanas, el primer objeto que veo es una reproducción del cuadro que figura aquí al lado, esa señora en verde que junta sus manos y parece trazada con gran simplicidad mediante unas cuantas líneas. Tratándose de Matisse, los colores empleados no son en absoluto estridentes. Pero en la sencillez de este lienzo queda evidenciada la soberbia manera de pintar del gran maestro. Si el borde de las mangas no estuviese dibujado en negro no adivinaríamos los brazos, confundidos con la misma pared. El rostro es de una extrema delicadeza, aunque no sabríamos decir si el personaje ve o no ve lo que tiene ante sí. Pero hace ya muchos años que el cuadro me plantea un enigma que no logro resolver: mirad esa pequeña flor roja que figura en el pecho de la señora; a ella está unido un pequeño tallo. Por lógica, debería estar por dentro de la blusa, pero es bien visible. Cosas de Matisse. El plano único.

Henri Matisse: "Señora en verde". 1909, San Petesburgo.

"Matisse, vida y pintura" es una web no oficial sobre el artista francés perfectamente organizada y que merece un atento recorrido. Por otra parte, hay en Niza un Museo Matisse, en cuya web se dan algunas informaciones sobre este artista. Por último, en la Olga´s Gallery se nos presenta la biografia del pintor y 158 de sus obras.

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