Kamis, 18 Juni 2009

LOS MARFILES DE BENCARRÓN

| Kamis, 18 Juni 2009 | 0 komentar

... Y LOS EXPOLIOS CONSENTIDOS DEL PATRIMONIO

Hace algo más de un siglo, un millonario norteamericano pone sus ojos en España. Quiere reunir obras de arte de nuestro país y organizar con ellas una colección monográfica que acabará cuajando en la creación de la Hispanic Society of América, con sede en Nueva York. Fue así como Archer Huntington llega a la península y comienza a satisfacer su afán coleccionista. Si algo le sobra, es dinero. En la provincia de Sevilla toma contacto con un inglés, George Bonsor, quien lleva ya unos años asentado en Andalucía dedicado a las excavaciones arqueológicas. Además, ha adquirido un castillo en la localidad de Mairena del Alcor y necesita grandes fondos para restaurarlo. De manera que el inglés acaba por vender al norteamericano muchos de los objetos que ha localizado en sus excavaciones, distribuidos en varios lotes. Todo ello, con el trasfondo de una legislación del país, que no prohibía la exportación de obras de arte. Ahora, parte de esos fondos de la Hispanic Society regresan provisionalmente a España, de donde jamás debieron salir, formando parte de una exposición itinerante con el poco afortunado título de "El tesoro arqueológico de la Hispanic Society of America".

Acudo a visitar en Sevilla la exposición y me doy allí de bruces con los famosos marfiles de Bencarrón, que Bonsor encontró en la necrópolis de ese nombre, situada en la comarca de Los Alcores, entre Alcalá de Guadaira y Mairena del Alcor (provincia de Sevilla): un conjunto de veinte estructuras tumulares, en su mayor parte de incineración. En 1895 Bonsor excavó uno de aquellos túmulos y localizó bajo él una fosa escalonada cuya cubierta se cerraba con una losa. En su interior se encontraron seis placas de marfil que originalmente debieron formar una pequeña caja en la que se depositarían las cenizas del cadáver. Se les asigna una cronología de fines del siglo VII a comienzos del VI a.C. Haber visto estas piezas tantas veces en fotografías no resta ni un ápice de emoción a su contemplación en directo.

Ahora puedo ver la famosa placa en la que se ha grabado la escena de un guerrero con rodilla en tierra que lucha con un león, mientras tiene tras sí a un grifo que parece protegerlo. Indudablemente, el artista no era de mucho mérito. Probablemente un indígena tartésico que seguía, tal vez sin ser muy consciente de ello, modelos procedentes del Próximo Oriente, traídos hasta aquí por los fenicios. Nuestro guerrero, que vemos de perfil, se viste con una túnica de manga corta, sujeta por un ceñidor en la cintura, y se cubre la cabeza con un casco empenachado. Su armamento se compone de una lanza que apunta al león y un escudo circular. Tanto la túnica como la forma de la barba recuerdan a precedentes sirios. Me admiran el pequeño detalle de la solitaria flor de loto que brota del suelo, en medio del combate, o el giro de la cabeza del león, cuyas fauces abiertas nos permiten ver la lengua. Hay quien opina que en realidad lo que vemos es una alusión simbólica a un proceso de iniciación real mediante el cual un personaje importante acababa convertido en una divinidad dominadora de la naturaleza. Pero yo creo que el artesano eborario que grabó la escena no pensaba en nada de eso. Cumplía con un encargo, si no es que repetía un modelo que ya se sabría casi de memoria.

Es curioso. Hace unos 2600 años una persona de cierta importancia murió en un poblado situado en las inmediaciones de Sevilla. Sus familiares procedieron a su sepelio según la costumbre local. Incineraron el cadáver y depositaron las cenizas en una cajita de marfil, que colocaron al fondo de una fosa sobre la que levantaron un túmulo. Dos mil quinientos años después un inglés localiza los marfiles y los vende a un rico norteamericano, que pagó por las seis placas 2100 pesetas de las de entonces. Me recuerda a las prácticas colonialistas de la época. Sólo que en España había entonces un gobierno que se regía por una constitución. ¿O tal vez éramos una colonia y nuestro patrimonio podía expoliarse legalmente?
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En la Biblioteca Virtual Cervantes podéis descargaros este amplio artículo sobre "el marfil en la Antigüedad" y este otro sobre "Las necrópolis protohistóricas de Los Alcores", donde se da cuenta de los marfiles de Bencarrón, sobre cuya excavación en 1895 se ofrecen curiosos datos en este blog.

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