Senin, 20 April 2009

LA FAMILIA DE CARLOS IV

| Senin, 20 April 2009 | 0 komentar

UN HOMENAJE A VELÁZQUEZ Y OTRAS MUCHAS COSAS


En 1800 Francisco de Goya ha conseguido hace ya un año el ansiado título de pintor de cámara del rey Carlos IV. Tiene ahora 54 años de edad y es bien conocido por sus dotes como retratista. Ante el pintor aragonés ha posado lo más granado de la aristocrática sociedad de la época. Es entonces cuando se le encarga efectuar una gran obra en la que se retrate a la familia real al completo. Y el pintor se pone a tarea, para la que realiza numerosos estudios previos. Pero Goya conoce sobradamente la obra de Velázquez y no puede ignorar ese gigantesco ejemplo de maestría pictórica que constituyen Las Meninas. Parecería que con ese cuadro, por su originalidad, el tema de los retratos de familias reales está ya agotado. Claro está que Goya no necesita ser simplemente un seguidor de la obra del pintor barroco pero, al mismo tiempo, tampoco se plantea ignorar por completo el poderoso influjo velazqueño.

El resultado de esta aparente contradicción es la demostración de cómo el genio de Goya encuentra su propio vehículo de expresión: un lienzo al óleo de generosas dimensiones (más de tres metros de ancho por otros casi tres de alto); un friso compuesto por un total de catorce personajes con el que Goya rinde a la vez un emocionado homenaje a Velázquez. Como él, introduce a la izquierda del espectador el reverso de un lienzo sobre caballete. Como el pintor sevillano, se retrata también a sí mismo, aunque en un alarde de modestia lo hace en un segundo plano y en la penumbra, de forma que sólo vemos de él su rostro y poco más. También como Velázquez ha colocado a la real familia en una estancia y, como sucede en Las Meninas, podemos apreciar dos cuadros al fondo de la sala.

Pero ahí acaban los parecidos. En la disposición de los retratados Goya sigue su personal criterio y los coloca de manera apaisada, de forma que la mayoría -nueve de ellos- quedan en un completo primer plano y el espectador puede disfrutar viendo sus pomposas indumentarias, sus joyas, sus bandas y medallas honoríficas y (no es cosa baladí) sus rasgos físicos e incluso psicológicos. Los otros cuatro personajes quedan en un segundo plano muy próximo al anterior aunque en todos los casos podemos apreciar sus rostros con todo detalle. En el centro, el pintor sitúa a la reina María Luisa: curiosa mujer que además de diez abortos ha dado al rey ¡catorce hijos!, de los cuales posan en el cuadro los cinco que para entonces están vivos. Goya retrata a su izquierda al benjamín de la familia, el infante Francisco de Paula, a cuyo otro lado figura el monarca Carlos IV, con la casaca plagada de condecoraciones y a quien el artista retrata con cara de cierta ingenuidad, tal vez queriendo disimular la escasa voluntad y capacidad de decisión que la Historia le atribuye.

Tras el monarca asoman sus hermano Don Antonio y la infanta primogénita, Doña Carlota Joaquina. Otra hermana del rey, Doña María Josefa, una verdadera solterona, figura junto al príncipe de Asturias y parecería que Goya se ha recreado en recrear con detalle cruel la fealdad de su rostro. Junto a ella aparece una dama que vuelve la cabeza, ocultándonos su rostro. Tal vez Goya le asignó esta pose no sólo para dar cierta naturalidad a la representación, sino también considerando que en el cuadro debería figurar la futura esposa del príncipe Don Fernando, quien no contrajo matrimonio por primera vez hasta dos años después. El conjunto se cierra con la infanta María Isabel, a quien la reina pasa un brazo sobre su hombro, maternalmente.

Podemos detenernos a contemplar cómo a la izquierda del cuadro el infante Carlos María Isidro, niño aún, se aferra a su hermano el príncipe de Asturias, que unos años después será el protagonista de unos de los peores reinados de nuestra historia. En fin el protocolo es el protocolo, porque el rey y el heredero están levemente adelantados respecto al resto de la familia, a la que podemos dividir de un lado a otro, en tres grupos de cuatro personajes, sin contar al bebé que porta en sus brazos la infanta María Luisa, joven madre de dieciocho años, a quien acompaña su esposo Don Luis. ¡Qué ritmos crea Goya con esos tres grupos, en cada uno de los cuales hallamos dos representantes de cada sexo!

Pero este cuadro no es sólo la numerosa familia de Borbones que tanto sufrimiento acabó por traer al país. Son también los dos lienzos que Goya pinta como fondo de la estancia: un paisaje a la derecha y un tema mitológico a la izquierda, probablemente relacionado con la mitología de Hércules y, de este modo, con el origen extraordinario de la dinastía francesa. La familia de Carlos IV es también esa poderosa luz que inunda el cuadro desde la izquierda, proyectando las sombras en el suelo. Es esa pincelada suelta de Goya que es capaz de captar a fondo la personalidad del retratado sin detenerse en demasía sobre el lienzo. Muchas veces se ha escrito que con este cuadro, y hasta cierto punto, Goya satirizaba a la familia real y nos dejaba clara su opinión sobre sus miembros. Pero probablemente sea más acertado afirmar que a Goya le interesa más reflejar a los personajes desde un punto de vista veraz, sin añadir ni quitar nada a como son. Daba con ello una lección de oficio y de profesionalidad. De genialidad al mismo tiempo. Podría decirse casi con certeza que Goya no juzgó a estos personajes. Después la Historia hizo su trabajo.

Sobre "la familia de Carlos IV" tenéis información en esta Web y en la ficha con fotografía ampliable que nos presenta el Museo del Prado, donde se custodia esta lección Arte y de Historia.

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