Minggu, 01 Februari 2009

LAS "PINTURAS NEGRAS" DE ROTHKO

| Minggu, 01 Februari 2009 | 0 komentar

SOBRE LA EMOCIÓN EN EL ARTE

He pasado este fin de semana en Londres, adonde he acudido para visitar la exposición que la Tate Modern Gallery clausuró ayer sobre los últimos años de Mark Rothko y sus pinturas en serie. Habrá ya tiempo de escribir con más detenimiento sobre esa interesante muestra. Pero ahora quiero evocar brevemente la despedida de mis alumnos el pasado viernes, justo cuando habíamos acabado de estudiar las increibles pinturas de los primitivos flamencos y nos disponíamos a iniciar nuestro recorrido por el arte mudejar. Sabedores como son de mi particular devoción por las obras de Rothko, todos me desearon que lo pasase bien en Londres y que disfrutase con la exposición.
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Jan van Eyck: "El matrimonio Arnolfini" (1432). Detalle.
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Dije a mis alumnos que aprovecharía la tarde en Londres para visitar algunas salas de la National Gallery y en especial la pequeña estancia que recoge las obras de los primitivos flamencos; que llevaría a los Arnolfini, allí situados desde hace casi doscientos años, los saludos de unos estudiantes sevillanos que con ellos y las obras de van der Weyden y el Bosco habían comenzado a sentir por primera vez en qué consiste eso que llamamos la emoción de la pintura.

La tarde estaba en Londres muy desapacible, de manera que el museo entero podía recorrerse sin demasiados agobios y la sala de los flamencos quedaba por momentos despejada de público. Allí, en perfecta soledad, pudimos disfrutar de los pequeños detalles del cuadro de van Eyck, apreciando cómo el diminuto pincel que debió emplear creaba una realidad asombrosa por lo bien descrita y por la cantidad de símbolos que contiene, por la vivacidad de los colores que emplea y por la disposición de los personajes en el conjunto de la estancia, por los enseres que en ésta se contienen y, finalmente, por las dos miradas recatadas de esos esposos que parecen turbados al ser sorprendidos por el pintor. Quien sabe si en el espejo de los Arnolfini no apareceremos nosotros mismos, junto con esos otros asistentes a la ceremonia. Y justo al lado de esta joya, otra más, del mismo autor y de tamaño diminuto: el "hombre del turbante rojo", sin lugar a duda uno de los mejores retratos de todos los tiempos. Dos obras de arte y algunas más: fue todo lo necesario para salir de la National con la sensación de que solo por eso el viaje ya habría merecido la pena.
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Mark Rothko: "Número 1" (1964).Basilea. "Número 6" (1964). Washington.

Pero quedaba aún la exposición de Rothko. ¡Qué contraste tan asombroso! Del realismo detallista de van Eyck al abstracto de los campos de color del pintor norteamericano. Un salto de más de 500 años en el tiempo. Y una nueva emoción con la pintura. Hace falta mucho valor para enfrentarse a un lienzo y llevar a él sólo color negro. A este tema dedicó Rothko toda una serie de pinturas en el año 1964, de las que aquí pudimos contemplar cuatro de ellas, todas de formato bastante amplio.

Quizás el observador poco atento pudiera creer que el pintor se limitó a embadurnar de negro el blanco lienzo sobre el que trabajaba. Es posible que muchos crean que ésta es una forma más de engañar al público; otra de la mamarrachadas del arte contemporáneo. Desde luego, se equivocan quienes lleguen a conclusiones tan apresuradas. Detrás de estos cuadros hay toda una serie de años, (más de quince) en los que el pintor viene experimentando con los campos de color.
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Mark Rothko: "Número 7" (1964). "Número 8" (1964). Ambos en Washington.

Sé que en 1964 Rothko ha dado ya signos evidentes de la enfermedad depresiva que le llevaría seis años después al suicidio. Sus cuadros se han ido oscureciendo de manera progresiva. Pero ahora estoy sentado en esta pequeña sala de la exposición de Londres, contemplando estas obras que parecen acercarme a un vacío infinito. Me levanto y me aproximo, uno a uno a los cuadros. Miradlos bien: el color negro tiene matices, gradaciones... una verdadera sinfonía de campos de color, sólo que en este caso de negros sobre negros. Lo profundo. El abismo. Rothko no quiere únicamente mostrar sus sentimientos en estos cuadros, en estas pinturas negras. No se conforma con eso. Busca que quien contempla uno de ellos se vea envuelto y atrapado en él, de manera que entonces el observador resulte obligado no a mirar a la superficie del cuadro, sino a su propio interior. El silencio se impone al contemplar las obras de Rothko, exactamente cómo el quería. Allí me quedé en silencio un buen rato. Disfrutando de distinta manera a como unas horas antes lo había hecho con el matrimonio Arnolfini. Pero con la misma intensidad. Y en eso consiste el Arte. La emoción de la pintura.

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