EL MODELO DE IGLESIA MUDÉJAR SEVILLANA
Cuenta la "Leyenda Dorada" de Jacobo de la Vorágine que en fecha indeterminada un hombre que había quedado viudo decidió profesar en un convento. Como tenía una hija, optó por llevarla con él, disfrazándola de varón. Pasado el tiempo, el supuesto niño, al que llamaban Marín, se convirtió también en monje, respetando el secreto de su padre. Tiempo después fue acusado de violación por una mujer, a resultas de lo cual acabó expulsado del convento. No por ello Marín se alejó del monasterio, sino que residió a sus puertas durante años, cuidando del niño de la mujer que lo acusó. Años más tarde, y a la vista de la paciencia y humildad que Marín mostraba, la comunidad decidió readmitirlo y allí residió hasta su muerte, momento en el que al ser amortajado su cadáver los monjes descubrieron que se trataba de una mujer y que, en consecuencia, la acusación de paternidad había sido infundada.
Esta piadosa historia explica la existencia en Sevilla de una iglesia dedicada a Santa Marina, cuya devoción estuvo muy difundida durante la Edad Media. Este templo corresponde a lo que, hace ya muchos años, un historiador del arte calificó como "primitivo tipo parroquial sevillano". Con tal denominación se refería al modelo de iglesia construido en Sevilla a partir de la conquista de la ciudad por las tropas castellanas en 1248. En estos edificios (Santa Marina, San Julián y Santa Lucía) varias características remiten al arte gótico (plantas de tres naves, ábsides con bóvedas de crucería, contrafuertes), mientras otras resultan de tradición islámica (capillas funerarias semejantes a las qubbas almohades, decoración de las torres, empleo abundante del ladrillo, cubiertas de armadura de madera, etc.).

En el caso de Santa Marina, no se conoce documentalmente la fecha de su fundación aunque es probable que ésta se llevase a cabo entre 1249 y 1258; por tanto, en un momento muy próximo a la conquista de Sevilla por Fernando III. Tal vez las obras concluyeron durante el reinado de Alfonso X (1252-1284). Desde entonces, el templo ha sufrido diversos avatares: fue afectado grandemente por el terremoto de 1356 y sufrió un incendio a comienzos de la Guerra Civil, lo que supuso la pérdida de su cubierta de madera. Toda la obra es de ladrillo, a excepción de las portadas y los elementos de las bóvedas, hechos en piedra arenisca, y la techumbre de madera, repuesta en época reciente.
Como corresponde al modelo sevillano, la iglesia presenta planta de tres naves, separadas por arcos apuntados sostenidos por pilares. El ábside, de forma octogonal, se divide en tres tramos, en los que aparecen bóvedas de crucería con nervio espinazo, mostrando al exterior contrafuertes y vanos con arcos apuntados geminados.
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El edificio dispone de tres portadas abocinadas. La principal se sitúa a los pies y muestra una arquivolta rematada en una cornisa en la que aparecen cabezas de leones. Bajo ellas hay arquillos ciegos túmidos, de clara influencia islámica, y cinco esculturas que representan a Dios padre y a las santas vírgenes principales: Santa Marina y Santa Margarita (abogadas de las parturientas) y Santa Catalina y Santa Bárbara, todas ellas símbolos de la castidad..
Bóveda alboaire de la capilla de la Piedad. ( Abajo, detalle de la lacería). Segunda mitad del siglo XIII.
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Pero quizás lo más interesante de esta iglesia sean las cuatro capillas que aparecen adosadas a sus muros. Todas ellas responden al modelo de qubba almohade, con planta cuadrada y cubierta abovedada. Así, en la del Santo Sacramento hallamos una bóveda gallonada sobre trompas, accediéndose a ella a través de un espacio con bóveda de espejo, también de tradición almohade. Encontramos paralelos a esta capilla en la Granada nazarí y de ella puede decirse que quizás constituya el primer modelo de la serie de las capillas funerarias que se levantaron en época medieval en Sevilla..
Esquemas similares a los de la anterior siguen las capillas de la Divina Pastora y Bautismal (aunque parece qu ésta fue completamente rehecha a comienzos del siglo XIX). Pero la joya de este templo la constituye la capilla de la Piedad, que nos muestra una bóveda alboaire (decorada con azulejos, ya muy perdidos) de 16 paños sobre un doble sistema de trompas, así como una hermosa lacería, aunque no podamos disfrutar de su polígono central estrellado, que fue horadado en el siglo XVII para abrir una linterna. Cubre el sistema de trompas un friso de mocárabes, rehecho en el siglo XIX a partir de un fragmento original. Esta cúpula debió hacerse en la segunda mitad del siglo XIII, reorganizándose como capilla funeraria durante el XV.
En resumen, las bóvedas de esta iglesia nos muestran un fenómeno sociológico bien interesante, el de cómo formas de tradición islámica se iban abriendo paso en los gustos artísticos de la Sevilla cristiana, de modo que las familias pudientes acabarían por preferir estas qubbas para sus enterramientos. Curiosa paradoja: el arte de los vencidos se imponía al de los vencedores. La fuerza del mudéjar..
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