DE AJUAR TARTÉSICO A SÍMBOLO RELIGIOSO FENICIO
Pero a partir del año 2003 se han efectuado nuevas excavaciones en el cerro del Carambolo y los arqueólogos han podido constatar de manera fehaciente que allí no hubo jamás un poblado tartésico, sino un santuario fenicio que atravesó cinco fases constructivas (la más antigua datable, como mínimo, en el siglo IX a.C.) y que en su momento de máximo esplendor reunió numerosas dependencias entre las que se encontraban un amplio patio y dos templos que podrían estar consagrados a las dos principales deidades fenicias, Baal y Astarté (de la que, por cierto, se localizó también en el Carambolo el exvoto de una esculturilla sedente con inscripción en el pedestal) dotados incluso con altares, uno de los cuales evocaba también por su forma la piel de toro de los "pectorales" del tesoro. Todo ello nos remitiría a paralelos de santuarios orientales, sirio-palestinos. Un conjunto monumental que se mantuvo en uso unos trescientos años, hasta el siglo VI a.C.
De forma paralela a esos hallazgos otros arqueólogos han venido a replantear la posible finalidad de las joyas del tesoro, proponiendo (aunque esto no pueda ser demostrado empíricamente) que los pectorales y las placas servirían para engalanar, respectivamente, la testuz y los lomos de los toros que iban a ser sacrificados en el santuario en el contexto de ciertas ceremonias, mientras que las otras piezas (el collar y los brazaletes) estarían portados por el oficiante. No todo el mundo está de acuerdo con esta hipótesis y hay quien considera que quizás las joyas decoraban, por así decirlo, una desconocida representación de una de las dos divinidades.
Superior: Astarté del Carambolo y planta del santuario en su momento de máximo esplendor.
De forma paralela a esos hallazgos otros arqueólogos han venido a replantear la posible finalidad de las joyas del tesoro, proponiendo (aunque esto no pueda ser demostrado empíricamente) que los pectorales y las placas servirían para engalanar, respectivamente, la testuz y los lomos de los toros que iban a ser sacrificados en el santuario en el contexto de ciertas ceremonias, mientras que las otras piezas (el collar y los brazaletes) estarían portados por el oficiante. No todo el mundo está de acuerdo con esta hipótesis y hay quien considera que quizás las joyas decoraban, por así decirlo, una desconocida representación de una de las dos divinidades.
Así que los fenicios levantaron este santuario en un cerro a orillas de lo que entonces era la desembocadura del Guadalquivir y frente a la primitiva Spal que acabaría dando lugar a la ciudad de Sevilla. Y allí quedó sepultado este tesoro del Carambolo, en lo que primeramente se consideró un "fondo de cabaña" y ahora se estima que era más bien un foso ritual, destinado al depósito de ofrendas. De este modo, nuestro tesoro no es tartésico, sino puramente fenicio. Parece pues que, además de las muchas otras cosas que inventaron, fueron los fenicios quienes crearon este sentido de romerías o de fiestas con presencia de toros que tan habitual resulta por estas tierras. Pero ¿por qué ocultarían tres kilos de oro? Sólo quien lo hizo tenía la respuesta, pero ya nunca lo sabremos.
El tesoro que hemos comentado debería alojarse permanentemente en el Museo Arqueológico de Sevilla, cuya escueta página Web le dedica un breve comentario y, además, reproduce la foto de las copias, no de las piezas originales. Sobre Tartesos y las colonizaciones encontraréis aquí bastante información, como en este blog. Sobre el tesoro, hay muchos datos en esta página y en esta otra. Por otra parte, sobre el santuario fenicio, leed este interesante artículo originalmente publicado en el diario ABC. Por último (pero no menos importante) sobre la excavación del santuario fenicio (realizada por Álvaro Fernández y Araceli Rodríguez) podéis descargaros la correspondiente publicación, de la que hemos tomado el plano de más arriba.
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