SOBRE LA EMOCIÓN EN EL ARTE

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Jan van Eyck: "El matrimonio Arnolfini" (1432). Detalle.
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Dije a mis alumnos que aprovecharía la tarde en Londres para visitar algunas salas de la National Gallery y en especial la pequeña estancia que recoge las obras de los primitivos flamencos; que llevaría a los Arnolfini, allí situados desde hace casi doscientos años, los saludos de unos estudiantes sevillanos que con ellos y las obras de van der Weyden y el Bosco habían comenzado a sentir por primera vez en qué consiste eso que llamamos la emoción de la pintura.
La tarde estaba en Londres muy desapacible, de manera que el museo entero podía recorrerse sin demasiados agobios y la sala de los flamencos quedaba por momentos despejada de público. Allí, en perfecta soledad, pudimos disfrutar de los pequeños detalles del cuadro de van Eyck, apreciando cómo el diminuto pincel que debió emplear creaba una realidad asombrosa por lo bien descrita y por la cantidad de símbolos que contiene, por la vivacidad de los colores que emplea y por la disposición de los personajes en el conjunto de la estancia, por los enseres que en ésta se contienen y, finalmente, por las dos miradas recatadas de esos esposos que parecen turbados al ser sorprendidos por el pintor. Quien sabe si en el espejo de los Arnolfini no apareceremos nosotros mismos, junto con esos otros asistentes a la ceremonia. Y justo al lado de esta joya, otra más, del mismo autor y de tamaño diminuto: el "hombre del turbante rojo", sin lugar a duda uno de los mejores retratos de todos los tiempos. Dos obras de arte y algunas más: fue todo lo necesario para salir de la National con la sensación de que solo por eso el viaje ya habría merecido la pena.
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Mark Rothko: "Número 1" (1964).Basilea. "Número 6" (1964). Washington.


Quizás el observador poco atento pudiera creer que el pintor se limitó a embadurnar de negro el blanco lienzo sobre el que trabajaba. Es posible que muchos crean que ésta es una forma más de engañar al público; otra de la mamarrachadas del arte contemporáneo. Desde luego, se equivocan quienes lleguen a conclusiones tan apresuradas. Detrás de estos cuadros hay toda una serie de años, (más de quince) en los que el pintor viene experimentando con los campos de color.
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Mark Rothko: "Número 7" (1964). "Número 8" (1964). Ambos en Washington.


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